12 de abril de 2006

La Envidia !



LA ENVIDIA
La envidia jamás tiene reposo y es alacrán que, con su picada, engorda la lengua de quien padece semejante lacra. Es el vicio menos susceptible de contarse. Cuenta el rumor que lo inventaron en España, donde arraigó -insisten- de por vida. La envidia vuelve enjutas las facciones y, bajo la húmeda umbría de su manto, cría hongos y venenosas sabandijas. ¡El envidioso llama a voces a la parca!
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El egoísmo y complejo de inferioridad sepultan en vida a las personas que padecen de este mal. Cuando la envidia-que es la sombra de la gloria-los corroe, al clavo que sobresale, le entran a martillazos. Jamás perdonan el mérito.

Trabajar afanosamente para conseguir sobresalir, a veces provoca reacciones adversas de envidiosos que se desplazan por la vida, maquinando maldades.

Complotando como en la primera oportunidad, escupir lava del volcán que anidan dentro de sí contra personas que han sobresalido por su esfuerzo y labor.

Un deseo rabioso de tener lo que otro posee o desmoralizarlo y pretender impedir que pueda seguir destacándose. Se esconden bajo clichés acomodados repitiendo como pericos, ser conformistas con lo poco que poseen.

Apocar al del frente los hace sentir superiores en su mezquindad. No por demás dicen que: “La envidia es una ramera con la cual, tarde o temprano se acuestan los resentidos”, una cobardía propia de los débiles forrado de un odio impotente, una incapacidad manifiesta de competir.

Se conducen como cangrejos que, transportados en cestas sin tapas, prestos están para impedir que un compañero pueda llegar al tope de la canasta, agarrando de las patas al fresco molusco. “O todos fuera o todos en el suelo”.

Por suerte, los envidiosos no son gente de altura y, por consiguiente, no hacen sombra. El éxito de otros es el fracaso de ellos. A veces brillan como el mismo sol, y envidian el resplandor de una vela.

No es posible pretender tener una personalidad agradable y equilibrada y albergar al mismo tiempo envidia en el corazón. Al codicioso lo consume la envidia”. Job 5:12.

Tal vez si en esta Semana Santa, la Semana Mayor, imploran al Dios de Dios, Señor de Señores, o, a lo que ellos le rinden culto, reciban bendición para ser sanados de esa envidia que los corroe, y aprendan a alegrarse del bien ajeno viviendo satisfechos con lo poco o mucho que han logrado obtener.

( Tomado del Listin Diario )

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